En SERIES DE PREDICACIONES
En el plan de la creación y de la redención hablamos de la subordinación de unas personas de la Divinidad con respecto a otras. Por ejemplo, aunque Dios el Hijo es coeterno y coesencial con el Padre, en la obra de redención es el Padre quien envía al Hijo al mundo. El Hijo no envía al Padre.
Del mismo modo, el Espíritu Santo es enviado por el Padre y procede del Padre y del Hijo juntos. El Espíritu no envía al Padre ni al Hijo. Ni tampoco el Hijo ni el Padre proceden del Espíritu Santo. En la obra de redención, así como el Hijo está subordinado al Padre, el Espíritu Santo está subordinado tanto al Padre como al Hijo. Estar subordinado en la obra de redención, sin embargo, no significa ser inferior. El Hijo y el Espíritu Santo son iguales al Padre e iguales entre ellos en gloria, dignidad y poder.



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​Por eso decimos, cuando hablamos de cómo Dios salva al hombre,  que intervienen las tres personas de la trinidad.  El Padre llamando a aquellos que en su decreto eterno y secreto ha ordenado a la vida.  El Hijo muriendo por aquellos a quienes el Padre le ha dado, para imputarles su justicia y declararlos justos delante del tribunal divino, y el ES haciendo una obra regeneradora, llevando a cabo el nuevo nacimiento, resucitando al que está espiritualmente muerto para darle una nueva vida en Cristo.

Estudios sobre el evangelio de Juan