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​En el judaísmo del Antiguo Testamento, el concepto de la “consolación de Israel” expresaba la esperanza de la salvación a manos del Mesías.   Pero no perdáis de vista que Consolar a su pueblo es una obra de la misericordia de Dios. Es Dios quien tiene el poder de transformar la desolación en consolación, pero también es aplicado a Cristo y también al Espíritu Santo.

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​   Se deriva de dos palabras latinas, -con- «al lado de» y fortis «fuerte».  Un confortador es uno que está de pie junto a otro que tiene necesidad con el propósito de fortalecerlo.  No es sólo uno que Consuela, sino más bien uno que Fortalece, que anima, que restaura.

La referencia aquí es, por supuesto, al ES, y el hecho de que Él es llamado el «otro Confortador,  significa que Él iba a ocupar el lugar de Cristo.  El ES confortaría, o fortalecería una gran variedad de áreas en la vida de su pueblo: consuelo, cuando estuvieran afligidos, guía cuando estuvieran confusos, ayuda, cuando hubieran caído…  

    En términos bíblicos, nuestra fortaleza es el Espíritu Santo. Él es Aquel de quien se deriva nuestra fuerza. Es por causa de que el Espíritu Santo prometido ha venido, mora en nosotros y permanece con nosotros que las Escrituras pueden declarar:

En todas estas cosas somos más que vencedores por medio de Aquel que nos amó. (Romanos 8:37)

Estudios sobre el evangelio de Juan